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Elecciones presidenciales francesas
06 de abril de 2017

¿Por qué los obreros votan al Frente Nacional?

Fidel Olivan @FidelOlivan bez@bez.es

#Francia
#Elecciones
 
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Este martes en el artículo `Bajo los adoquines. ¿Le Pen?´, planteábamos el paradójico excelente resultado del Frente Nacional (FN), partido nacional-populista, entre un electorado que` a priori´ no le pertenece, como lo es el de los obreros y asalariados.

Desde los años noventa, el voto obrero al FN no ha parado de subir: del 17% en 1988 hasta alcanzar el 30% en el 2012 y el 44% hoy. Podemos constatar esta evolución en el gráfico superior, donde, además de la evolución del voto obrero al FN, se incluye el porcentaje de voto total, ambas variables correspondientes a las primeras vueltas presidenciales.

Las explicaciones para tamaño fenómeno no han tardado en acudir, gracias al análisis comparado de los casos europeos. Oesch propone tres conocidas hipótesis. En primer lugar, la ya manida y refutada competencia de la fuerza de trabajo local con la emigración en el mercado de trabajo. Esta competencia se efectuaría mediante una presión salarial a la baja (los inmigrantes trabajan por sueldos más bajos) pero también a causa de la priorización de las ayudas del estado del bienestar para los inmigrantes. Pero claro, para esto tiene que existir un estado del bienestar real, o al menos un modelo de prestaciones que permitan la competencia. Por ello esta explicación puede tener poder explicativo parcialmente en Gran Bretaña, pero nada en España, Italia o Francia.

 
 
 
 
El Frente Nacional se nutre más bien de la gente que ve su estatus amenazado, es decir, los que tienen algo que perder

Una segunda hipótesis, esta cultural, es el sentimiento de amenaza a la identidad y unidad del país. Se da efectivamente en países donde existe una gran presencia de mano de obra extranjera que se instala indefinidamente (a diferencia de España, donde es más móvil y donde no hemos adoptado sentimientos racistas fuertes debido a que no estamos del todo acostumbrados). Esta población, más por inacción gubernamental que por voluntad, se ghettifica y se territorializa en antiguos barrios obreros (las banlieues en el caso francés). Por último, se propone una explicación social basada en la alienación política de la clase obrera que, debido al debilitamiento de las lealtades tradicionales y al olvido de sus partidos, genera insatisfacción y apatía hacia la democracia. Aquí es donde entraría la gran abstención entre las clases populares francesas.

Otra interesante teoría que está de moda últimamente es la de los perdedores de la globalización. Esta expresión se ha malinterpretado dando a entender que estructuras sociales muy diferentes con dinámicas muy dispares pueden compararse y, por ejemplo, explicar el voto a Trump con cánones europeos. Según esta teoría, serían los sectores más castigados por la globalización (parados y trabajadores no cualificados, no tanto como los obreros insiders) los que se supone que formarían la base de apoyos de Le Pen. Sin embargo, de acuerdo con Casals, no constituyen de inmediato una clientela privilegiada. De hecho, estos sectores son principalmente apáticos.

El Frente Nacional se nutriría más bien de la gente que ve su estatus amenazado, es decir, los que tienen algo que perder. Así se ve demostrado en el 2012 donde triunfó mucho más entre los no precarios (37%) que entre los precarios (23%). Siguiendo a Casals, el porqué del voto obrero al partido nacional-populista no se debe tanto a las hipótesis planteadas o a un giro ideológico sino a un ajuste entre oferta y demanda que denomina “realineamiento lento y con matices”. Los obreros son hoy principalmente abstencionistas, por lo que el Frente Nacional se nutre principalmente de obreros con valores de derecha o que se han abstenido, y no tanto de antiguos obreros votantes de izquierda.

Estrategias y movimientos correctos

Tras sus primeros éxitos electorales, se produjo su implantación territorial y se constituyó su base de apoyo: no basta con tener las buenas condiciones subjetivas, también hay que hacer “trabajo político”. Este es un error típico mecanicista: considerar que la crisis económica conlleva automáticamente el ascenso de la extrema derecha a lo República de Weimar. Europa nos deja contraejemplos que dan la vuelta completamente a esta tesis (los PIGS rescatados con escasa extrema derecha y los países más ricos como Gran Bretaña, Francia, Dinamarca o Austria con una extrema derecha muy importante).

 
 
 
 
Un punto importante de su discurso es la antiglobalización, oponer la identidad nacional al `establishment´ extranjero o extranjerizado

Por ello, no todo han sido “realineamientos políticos pasivos”, el FN ha tomado estrategias y decisiones acertadas. Entre ellos el discurso unido al “proyecto” en sí, como piezas que faltaban en el rompecabezas de la política francesa para que un partido como este se desarrollara de esta manera. De acuerdo con Targuieff, el Frente Nacional encarna un nacional-populismo, esto es, la apelación al sujeto popular en su dimensión nacional, como un todo homogéneo, unido y con una identidad permanente. Evidentemente, cualquier análisis o división de clases es irrelevante en esta visión, tratándose tanto la “nación” como el “pueblo” de lo que O’Donnell denomina mediaciones, cuya función es engarzar el Estado con la sociedad ignorando los clivajes de clase. Diferenciándose de un “populismo de izquierdas”, no se trata de confrontar el pueblo a “los de arriba” sino a “los de enfrente”. En este caso, se subordina el antielitismo a la xenofobia.

Otro punto importante de su discurso/proyecto es la antiglobalización, oponer la identidad nacional al establishment extranjero o extranjerizado. He aquí un pequeño aporte social que conlleva la antiglobalización: están en contra de los inmigrantes, pero también de las deslocalizaciones, de la pérdida de soberanía frente a la UE…

El apoyo electoral obrero al FN se consolida

El periodista Owen Jones nos advierte: si la cuestión de clase es olvidada por la izquierda y la socialdemocracia estilo tercera vía blairista actual, no es de extrañar que los obreros olvidados, la left-behind, se giren hacia partidos que, aunque sean de extrema derecha, sí que incluyan este lenguaje directo y sincero. Al PCF se le votaba porque era la voz de los excluidos del sistema económico y político. Hoy, en Francia se dice que Le Pen se ha apropiado del discurso del líder comunista de los ochenta George Marchais, solo que, olvidando su faceta solidaria, antiodio y antirupturista.

Sin ir muy lejos, el líder del partido de extrema derecha Finlandeses Auténticos definió su partido como “de clase obrera sin socialismo”, o la propia Le Pen definió su proyecto como “lo social sin el socialismo”. La izquierda actual, multicultural y políticamente correcta, no se dirige al pueblo, no trata de frente temas como la inmigración, el orden y lo nacional; más allá de adoptar el discurso políticamente correcto liberal, solo los evita. A esto hay que unir la disolución de la comunidad obrera, del mundo sindical, de los medios, cultura y lucha obrera como canales de comunicación hoy ausentes entre partidos de izquierda y las clases trabajadoras.

 
 
 
 
El apoyo electoral obrero del Frente Nacional se ha consolidado, a la vez que se registran una abstención y una desafección hacia los partidos tradicionales históricos

Queda por indagar el papel de la mujer dentro del Frente Nacional, tanto como votantes como lideresas, pero Casals nos lanza un par de datos fundamentales. Se suele decir que el fenómeno de la extrema derecha es “la revuelta del hombre blanco” y su rol tradicional, pero el caso del FN, cuya lideresa es activa, fuerte y moderna, parece bien diferente. Tiene mucho apoyo femenino, reflejo de la propia sociedad francesa donde el mercado laboral femenino es más precario que los obreros hombres insiders. Se crea por lo tanto la siguiente paradoja: Le Pen tiene mejores resultados en los hombres con trabajo manual cualificado y en las mujeres con trabajo no cualificado.

En definitiva, de acuerdo con los últimos sondeos y análisis, el apoyo electoral obrero del Frente Nacional se ha consolidado, a la vez que se registran una abstención y una desafección hacia los partidos tradicionales históricos. Dicho apoyo viene dado por una serie de elementos que van desde el abandono de los partidos de izquierda tradicionales de los intereses y problemas propios de esta clase social, hasta el bombardeo mediático xenófobo y las correctas estrategias y movimientos del FN.

No obstante, sirva como reflexión final la del periodista Yann Barthes que califica estas elecciones y esta era política como la era del “me importa un bledo”. Una era marcada por la desfachatez y falta de altura de los candidatos: Macron por no presentar programa alguno, Mélenchon y Hamon por no entenderse y no pactar y Fillon y Le Pen por tener varios temas pendientes con la justicia. Y mientras tanto, arde París.

 

 

 

 

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