Cuando se busca el significado de la palabra ‘lenguaje’ en el diccionario de la Real Academia Española (RAE) aparece como primera acepción el “conjunto de sonidos articulados con que el hombre manifiesta lo que piensa o siente”, por lo tanto, si se realiza una simple búsqueda de palabras relacionadas con género se encuentran definiciones como éstas: con la palabra mujer, entre sus acepciones aparece “mujer casada”, “mujer de su casa: la que con diligencia se ocupa de los quehaceres domésticos y cuida de su hacienda y familia” o “mujer fatal: aquella cuyo poder de atracción amorosa acarrea fin desgraciado a sí misma o a quienes atrae”, entre otras. Sin embargo, con la palabra hombre, aparece “individuo que tiene las cualidades consideradas varoniles por excelencia, como el valor y la firmeza” o “ser animado racional”. También ocurre una distinción similar con las palabras 'femenino’ y ‘masculino, que entre sus significados tienen “débil y endeble” y “varonil y enérgico”, respectivamente.

El lenguaje tiene un papel más importante del que se le está dando, porque se le ridiculiza

"El lenguaje tiene un papel más importante del que se le está dando, porque se le ridiculiza”, comenta Marugán, quien asegura que cuando dicen eso de ‘compañeras y compañeros’ “parece una tontería, pero no lo es” porque es importante sentir que te están hablando como mujer también a ti. “Las reacciones de la gente son muy reacias porque lo más difícil de transformar son los elementos simbólicos”, apunta. Opinión que también comparte su compañera de profesión Fátima Arranz, quien cree que “el lenguaje es una expresión de lo que está sucediendo, es un arma de dominación, y una manera de enseñar”.
¿Naturalidad frente a visibilidad?
Sin embargo, Ignacio Bosque -catedrático de Lengua Española de la Universidad Complutense de Madrid, ponente de la Nueva gramática de la lengua española y miembro de la RAE considera que “en el léxico es posible que quede algún rasgo de sexismo” pero no en la sintaxis, “el sexismo está en quien lo construye, no en el lenguaje”. Bosque elaboró el informe Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer, en el cual analizó y criticó las recomendaciones de nueve guías de diferentes entidades y organismos públicos –como varias universidades− sobre el uso del lenguaje no sexista, y expresó que si la mujer ha de sentirse discriminada al no verse visualizada en cada expresión lingüística relativa a ella, “¿cómo sabremos dónde han de detenerse las medidas de política lingüística que modifiquen su estructura para que triunfe la visibilidad?”.
Bosque en su informe comenta que “nadie niega que la lengua refleje distinciones de naturaleza social”, pero según él, es muy discutible que la evolución de la estructura morfológica y sintáctica dependa de la decisión consciente de los hablantes o que se pueda controlar mediante las normas de política lingüística, ya que es “la historia de la lengua la que fija en gran medida la conformación léxica y sintáctica del idioma”. Sin embargo, opina que el papel de las academias “es mínimo” en las modificaciones que el idioma experimenta: “No creo que los cambios históricos se puedan prever, ni tampoco realizarse a golpe de decreto”.
Por lo tanto, según este catedrático apunta en su informe, “un buen paso hacia la solución del problema de visibilidad” sería reconocer que “

Si se aplicaran las directrices propuestas en algunas guías en sus términos más estrictos, no se podría hablar
Ignacio Bosque
Miembro de la RAE

si se aplicaran las directrices propuestas en estas guías en sus términos más estrictos, no se podría hablar” porque “sería sumamente artificial” y “no tiene sentido forzar las estructuras lingüísticas para que se constituyan un espejo de la realidad”.
Uno de los aspectos más cuestionados y criticados en las guías que Bosque analizó fue el desdoblamiento para evitar el masculino genérico (por ejemplo con el uso de “todos y todas” en las frases), acto que considera “innecesario y artificial” porque el “masculino es un género inclusivo en los contextos adecuados”. Bosque comenta que la clase política últimamente son muy propensos al uso de esta práctica porque es el “lenguaje políticamente correcto” pero que fuera de los focos y micrófonos “hablan como todo el mundo”.
“Los usos lingüísticos aparentemente discriminatorios se van fosilizando, hasta el punto de que cuesta reconocerlos y encontrar en ellos la justificación misma de su supuesta discriminación”, apunta. Y comenta que “lo más curioso de todo es que muchas mujeres no han percibido nunca tal discriminación lingüística”.
“Es cómo se habla en la calle”
Bosque en su informe criticó nueve guías, las cuales ofrecen una serie de recomendaciones, similares en su mayoría, sobre este uso del lenguaje que fueron revisadas por varios lingüistas e investigadores. Desde la Oficina de Igualdad de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), departamento encargado de la elaboración de la Guía de lenguaje no sexista de dicha institución y una de las que este catedrático analizó, Ana Romero aclara que las propuestas de las guías “no parecen tan complejas como para dificultar una conversación” tal y como expone Bosque. “En todo caso, el debate que subyace no es de carácter filológico, sino social”, cree Romero.