“Ya está bien: España, ahogada por la corrupción”, escribimos en una portada de bez.es íntegramente dedicada a un problema que marca nuestra historia reciente. Pero el agua putrefacta no deja de subir. Y de bajar.
Tuvimos un rey que acogía en el recinto de La Zarzuela a su amante intermediaria y descubrimos ahora las amistades peligrosas de una más joven monarquía paralizada, incapaz no ya de poner coto a los desmanes sino a la que no dejan de descubrírsele vicios por cuyo supuesto término ocupan Letizia y Felipe VI el lugar en el que están.
Tuvimos un rey que acogía en el recinto de La Zarzuela a su amante intermediaria y descubrimos ahora las amistades peligrosas de una más joven monarquía paralizada, incapaz no ya de poner coto a los desmanes sino a la que no dejan de descubrírsele antiguos vicios
El círculo real acumula ya tantas sospechas que puede empezar a comprenderse porqué el presidente de un partido cuya sede ha sido registrada cinco veces por la Guardia Civil se permite driblar a la Constitución y declinar, sin consecuencias, la propuesta del monarca para formar Gobierno.
Por ahí anda un presidente autonómico que amenazó a un Parlamento con agitar las ramas del árbol podrido hasta que cayeran todas y sigue impune; y un expresidente del Gobierno con ministros encarcelados, colaboradores condenados por financiación ilegal y una esposa en paraísos fiscales que sigue dando lecciones de democracia.
Tenemos yernos que son yernísimos por el despotismo fascistoide con el que se abrazaron al poder para, supuestamente eso sí, hacer negocios con las administraciones; y un buen puñado de señoras y señores que no se enteran de cuanto ocurre en su casa, pero llegan a comisionar en Europa, regir ministerios y hasta a dirigir campañas electorales -con todo lo que estas suelen reportar, aunque no lo parezca-. También tenemos empresarios que viven de la concesión pública con favores al adjudicador y chantajistas disfrazados de periodista o tertuliano ante los que ceden los mamporreros del corrupto para mantener el status quo.
Algunos de nuestros referentes han cruzado la frontera, y no sólo para evadir impuestos, sino que han llegado incluso a lo más alto de las finanzas internacionales. Después han caído, sí, pero cabalgan a horcajadas del poder, en compañía de una élite que sin vergüenza apesadumbra a España. Tal vez desde la Transición o quizás desde que el dictador Francisco Franco lo dejara todo “atado y bien atado” e incluso, puede que, para nuestra desgracia, sea un mal arraigado en nuestras raíces como nación.