Todos en Tumeremo han pisado una mina, el asentamiento vive de la explotación del oro en sus más de cinco yacimientos cercanos. Sin embargo, si algo le falta al poblado son lujos. Sus casas son pequeñas, con algunas fachadas a medio pintar, desgastados techos de teja o zinc, los cuales resisten el sol que calienta a 42 grados centígrados durante todo el año.
Pero no hay sol que valga para evitar que las minas se llenen de pobladores. Incautos y no tanto que vivieron una tragedia de la que todavía no se recuperan. ¿El escenario? La mina El Miamo en la hacienda Atenas, a dos horas del pueblo, donde desaparecieron 28 personas, 17 de ellas de Tumeremo, que hasta el momento no se han encontrado, ni vivas ni muertas.
Por el control de todo
Para llegar a la mina El Miamo hay que adentrarse en un camino de tierra irregular -en el que solo se puede transitar con moto o en todoterreno- durante dos horas. Antes de la mina hay tres haciendas: Peregrino, San Ramón y Atenas, en sus mejores momentos dedicadas a la ganadería, hoy casi abandonadas. Ese sendero se convirtió en el camino de la muerte para quienes fueron a trabajar ese viernes.
"Si te mueves te quiebro (te mato)", escuchó uno de los supervivientes que apenas iba por la primera finca. El Topo y 60 hombres habían llegado “para hacer limpieza”, como él mismo gritó. Un delincuente al que todos temen, pero pocos han visto en Tumeremo. Domina las minas del ayuntamiento de Sifontes donde está Tumeremo. Esta no podría ser la excepción. Y es que El Miamo fue descubierto en noviembre del año pasado. Cada vez que se descubre “una bulla”, como le dicen los tumeremenses a las minas, se convierte enfoco de atracción para quienes buscan riquezas o al menos un gramo de oro, que vale cerca de 30 dólares.
El descubrimiento de cada nueva mina atrae a quienes buscan riquezas
Diez personas arrodilladas en el suelo con las manos atadas era el escenario de la hacienda El Peregrino ese viernes. El Topo y su gente interceptaron a quienes se encontraban de camino a la mina y a quienes venían detrás de él. Los clasificaban, delincuentes a un lado, gente honesta por el otro. El superviviente vio cómo de un tiro en la cabeza liquidaban a quienes El Topo consideraba sus enemigos. A otros se los llevaban monte adentro, pero se escuchaban los disparos que parecían no ser suficientes, porque también los asesinaban a porrazos utilizando palos forrados con cinta adhesiva.
Ni siquiera se salvaron dos mujeres que iban con dos mineros rumbo a El Miamo. A uno de ellos le degollaron frente a todos, con las mujeres tampoco hubo compasión. "Ellas no eran delincuentes. Ese señor mató a malos y a buenos" dice en voz baja el superviviente que fue liberado tras ocho horas de cautiverio. Fue amenazado para que no contara nada.
El objetivo de El Topo seguía, sus ojos estaban puestos sobre la mina que estaba tomada en su mayoría por delincuentes de una pandilla rival liderada por El Potro, su par del barrio La Caratica, una zona aún más humilde que bordea Tumeremo. La limpieza de la que habló comenzaba por eliminar a sus contrarios y luego controlar toda extracción del yacimiento. Aunque el gramo de oro vale 30 dólares, él solo le paga 15 a quienes les permite explotar la zona.
La caravana de la muerte continuó
Mientras eso ocurría, kilómetros antes, en El Miamo, todo estaba tranquilo, Pero a las 3 de la tarde un segundo superviviente y otro colega buscaban agua en un estanque cercano. Al regresar a su lugar de descanso, donde colocaba una sudadera estirada y amarrada entre matorrales para escapar del sol, se sintió en una película de terror. –¡Al suelo!, ¡Al suelo!–, le gritó El Topo, mientras El Goajiro, un secuaz que trabaja con él, los agarraba por el cuello y los lanzaba al suelo boca abajo, como estaban sus otros compañeros.
Así permanecieron casi una hora, hasta que varios disparos en la mina hicieron que El Don, como también es llamado el delincuente, saliera corriendo junto a sus hombres para ver qué ocurría en el lugar. Sin dudarlo el superviviente y otros cuatro compañeros corrieron hacia la montaña, tan lejos como sus fuerzas se lo permitieron. Llegaron a un lugar de altura desde donde podían ver qué ocurría. "Había un camión, vi como El Goajiro subió de manos amarradas a una mujer embarazada y una muchachita", aseguró el testigo. Ese mismo camión sirvió para que los hombres de El Patrón, el tercer mote del delincuente, montaran a cuatro cuerpos ya inertes por un disparo en la nuca. El testigo tuvo que caminar dos días por la montaña para alejarse del dantesco lugar y contarle a sus familiares.
El temor hace mella
Los habitantes de Tumeremo están consternados pero no sorprendidos. No es la primera vez que la muerte toca de esta forma a los pobladores. Lo que sí es inédito es que haya ocurrido hasta una protesta en la Troncal 10. En años, las autoridades no han hecho nada. Desde el viernes por la noche hasta el miércoles en la madrugada, los lugareños bloquearon el paso del pueblo, vital para quienes van a Brasil o quienes vienen al norte de Venezuela. En pocas súplicas se escucharon la palabra justicia. Padres, esposas, hermanos, piden los cuerpos de sus familiares.
Desde el viernes por la noche hasta el miércoles en la madrugada, los lugareños bloquearon el paso del pueblo
La manifestación fue reprimida por la Guardia Nacional la madrugada del miércoles 9 de marzo. El general Yusti, uno de los mandamases del pueblo, aseguró que todo ocurrió sin violencia pero se llevaron a cinco detenidos. Al Gobierno venezolano no le quedó otra que admitir la desaparición de al menos 17 personas, aunque no dan por hecho su muerte. Tuvieron que pasar cinco días desde la tragedia para que la policía científica de Venezuela se adentrara en la escena del crimen. No llegaron hasta la mina porque era peligroso para ellos, un cuerpo policial.
En la trocha las evidencias quedaron a la vista. Un palo con cinta adhesiva lleno de sangre, una sudadera amarrada a un matorral y una gorra, un pantalón cerca de un estanque de agua, una moto entre los arbustos... Los habitantes de Tumeremo temen que El Topo tome represalias en contra de quienes protestaron. También temen represalias de las autoridades policiales locales por el mismo motivo. Además temen por el olvido de los 17 desaparecidos.