Después de meses de discusiones políticas y tras una sesión parlamentaria que duró más de 20 horas, los senadores decidieron por amplia mayoría (55 contra 22) la admisión del proceso conocido como impeachment. Es decir, la interrupción del mandato presidencial obtenido en las elecciones de 2014.
“Lo que está en juego no es solo mi mandato, sino el respeto a las urnas y las conquistas de los últimos 13 años”, advirtió Dilma en sus minutos finales en Planalto. Se refería así a los 4.880 días durante los cuales el Partido de los Trabajadores (PT) ha gobernado el mayor país de América Latina, primero bajo el mando de Lula y después con ella misma.
Brasil cierra un largo capítulo y abre otro lleno de incertidumbre. Michel Temer, vicepresidente desde 2011 y ahora presidente en funciones, tiene fama de hábil negociador político, pero deberá afrontar las dudas de una parte de la población sobre su legitimidad. Su antigua jefa ya habla del “Gobierno de los sin voto”.
Según un sondeo del instituto Datafolha, apenas el 2% de los brasileños escogería a Temer si hoy se celebraran elecciones presidenciales. Además, si el 61% apoyaba la impugnación de Dilma, un casi idéntico 58% también se muestra favorable a iniciar un proceso político contra su sucesor.
Coalición de centro-derecha
El nuevo gobernante lidera el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), una formación conocida por su habilidad para integrar coaliciones y participar siempre en el reparto del poder, sea de una manera o de otra. Las estadísticas dicen que los peemedebistas cuentan con el mayor número de afiliados, gobernadores y alcaldes en todo el país, además de ocupar las principales bancadas en el Senado y en la Cámara de los Diputados.
Temer deberá sostenerse sobre una coalición heterogénea
Sin embargo, el Gobierno de transición no podrá basarse apenas en los votos del PMDB, que en caso de la Cámara ni siquiera alcanzan un 15%. Igual que ocurrió con anteriores presidentes, Temer deberá sostenerse sobre una coalición heterogénea de siglas de casi todo el espectro político, desde el centro hasta la derecha. Solo el PT y otras formaciones de izquierda rechazarán abiertamente cualquier colaboración.
Se trata, en teoría, de un Ejecutivo interino a la espera de que concluya el juicio contra Dilma en un plazo máximo de 180 días. Si dos tercios de los senadores ratifican su destitución en cuestión de semanas o probablemente meses, Temer asumirá ya de forma definitiva hasta el 31 de diciembre de 2018.
Tiempos de austeridad
Con fama de conciliador y moderado, del veterano Temer (75 años) se espera una gestión marcada por la austeridad y medidas de tendencia liberal. En las últimas semanas, sus colaboradores más próximos han anticipado que el ajuste fiscal será inevitable y que habrá un “nuevo comienzo” en la relación del Estado con el sector privado.
Al frente del Ministerio de Hacienda estará el también maduro Henrique Meirelles (70), quien ya presidió el Banco Central durante los ocho años de la era Lula. Se da la circunstancia de que el sindicalista y fundador del PT intentó convencer a Dilma para entregar a Meirelles las riendas de la economía en plena recesión, pero la mandataria rechazó el consejo.
El Producto Interior Bruto (PIB) caerá este año un 3,86%
Mientras tanto, el propio Lula y la izquierda comienzan a acostumbrarse a su nuevo papel como opositores y, previsiblemente, plantarán cara a cualquier intento de llevar adelante políticas liberales o conservadoras. La experiencia de Temer como negociador también se pondrá prueba ante las eventuales manifestaciones y huelgas que podrían sucederse en los próximos meses.
El Producto Interior Bruto (PIB) caerá este año un 3,86%, de acuerdo con las previsiones actualizadas esta semana por el mercado financiero, y el desempleo amenaza con seguir subiendo desde el 10% actual hasta un 12% o 13% en los próximos meses. Un escenario nada prometedor y que augura la prolongación de la crisis política y económica, como mínimo, hasta más allá de los Juegos Olímpicos de agosto y las elecciones municipales de octubre.