Desde hace unas ediciones propongo a los alumnos del Máster en Gestión Cultural de mi Universidad que construyan una utopía cultural, una cultopía, como ejercicio de análisis crítico del presente, de imaginación para crear un escenario futuro posible y como práctica de comunicación para conseguir seducir con su propuesta al curso.
Una de estas cultopías, concebida por un grupo de siete alumnas, se refería a un escenario tecnológico (proyecto Earbroc) en el que la confusión de las lenguas se hubiera superado.
Babel
Con frecuencia las utopías son el contrapeso de un mito. El mito viene del pasado y permea nuestro presente; la utopía arranca de una disconformidad con el presente y nos mueve en busca de un futuro. Babel es un mito poderoso, reinterpretado de múltiples formas a lo largo del tiempo, pero con especial fuerza hoy, en un mundo tecnológico, para dar base al recelo ante los desarrollos científicos y técnicos. Alimenta esa idea de que la tecnología puede ir en contra de la divinidad o, al menos, de la naturaleza, y que de alguna manera la catástrofe está acechándonos si traspasamos unos límites. Así que tenemos el mito en un extremo y en el otro la utopía o distopía tecnológica.
Pero Babel se siente también en la actualidad muy intensamente como la dificultad de entender al otro, al próximo. La revolución de los transportes trajo un entrecruzamiento de personas hasta entonces distantes, ignotas, y también distintas en sus lenguas. Y la revolución de las comunicaciones intensificó estos encuentros con culturas y lenguas que se habían mantenido ajenas. La Red ha llevado al límite esta concentración de gentes, en un intenso reflujo, tras la diáspora iniciada en la Torre de Babel.
El mundo en red, un Aleph
El mundo en red se ha contraído en un Aleph, en un espacio sin lugares ni distancias. Nunca se había producido una aproximación de tal densidad. Ninguna ciudad atractora de caminos y con altas murallas, ni plaza magnífica ni zoco bullicioso habían concentrado tanta diversidad de pueblos, ni escuchado tal variedad de lenguas en todo el proceso civilizador.
Es el momento de reconocer que el castigo de Babel ha sido soportable hasta ahora por el alejamiento de la diáspora, pero insostenible hoy por la contracción en un Aleph, en la Red, de todo lo que estaba distante.
¿En esta situación extrema es aceptable la dominación para evitar la confusión? ¿Que una lengua se imponga sobre las otras para entenderse en plaza tan concurrida? Hasta ahora se ha hecho así como solución, pero también como ejercicio de poder. Imponer una lengua es crear una situación de desigualdad o, más bien, agravar una desigualdad previa. Es debilitar a quien tiene que aprenderla (pues difícilmente podrá expresar sus sentimientos, argumentar sus razones, matizar sus indicaciones) con un sometimiento mucho más sutil que el ejercido por la fuerza.
La invención de una lengua que no dependiera del imperio de turno ha sido un sueño motivador, pero ha dado realizaciones que no han llegado a cuajar satisfactoriamente
La invención de una lengua que no dependiera del imperio de turno ha sido un sueño motivador, pero ha dado realizaciones que no han llegado a cuajar satisfactoriamente.
En un mundo en red, estamos en conexión continua con el Aleph y, por tanto, con los otros. No importa la distancia, por eso nos sorprende que lleguemos a intercambiar información a través de la conexión a la Red con una persona que la tenemos delante. Pues bien, con esa persona (u otra muy alejada) y por esa mediación podemos comunicarnos en nuestras propias lenguas. Así que en esa comunicación la tercera parte o puente no es una lengua vehicular, que no pertenece a ninguna de las partes, ni una lengua fabricada, sino el Aleph que traduce las lenguas propias de quienes están dialogando y que no deja de aprender de nuestras correcciones, de nuestras conversaciones en general en un laboratorio a escala planetaria.
Lengua materna
Salta enseguida la objeción de las deficiencias de esas traducciones. Somos muy exigentes con lo recién llegado, con aquello que altera lo establecido. Y hemos dado por supuesto que la superación de Babel no sería posible. Los primeros resultados de la mediación de la tecnología en el entendimiento entre personas con lenguas distintas justificaban esta desconfianza.
Un seguimiento atento de lo que está sucediendo hace ver unos avances muy significativos para que haya un funcionamiento satisfactorio
Pero un seguimiento atento de lo que está sucediendo hace ver unos avances muy significativos en todos los factores que deben concurrir para que haya un funcionamiento satisfactorio. Hablaremos y escribiremos en nuestra lengua, y por minoritaria que sea no habrá por ello obstáculo para que se vierta al resto y para que haya una relación de igualdad (sin menoscabar las diferencias) entre los interlocutores.
Desde hace años realizo en algunos cursos la experiencia de que los alumnos escriban breves textos en su lengua y apliquen luego un traductor. Valoran a continuación la calidad del resultado. Las deficiencias, en vez de achacarlas exclusivamente al traductor, reenvían al texto para analizar las debilidades, imprecisiones e incorrecciones o tan solo formas de expresión que pueda tener y que quizá originen luego una mala traducción. Lo retocan y repiten varias veces la operación en busca de mejoría. El objetivo es hacer ver que el escenario que se pueda abrir en unos años llevará a cambios en la forma de expresión oral y escrita para adaptar la palabra a las nuevas exigencias del medio, como lo viene haciendo en una historia fascinante la comunicación humana ante los cambios de medios y situaciones hasta ahora sucedidos.
En esta nueva situación se hará evidente el papel de la educación para ayudar al aprendizaje profundo de la lengua materna y, en consecuencia, habrá que reaccionar ante la tan poca exigencia que tenemos actualmente respecto a su conocimiento y buen uso. Esto no quiere decir que el aprendizaje de otras lenguas, como penetración en otra cultura, no siga siendo imprescindible y una fuente de placer y formación intelectuales.
Una vez superada la distancia (Aleph), se supera la confusión de las lenguas (Babel). Estas son algunas de las manifestaciones de vivir en un mundo en red.