Aunque existen correos no deseados sobre casi todo, hay dos clásicos casi desde los comienzos del correo electrónico: el porno y las medicinas. Además, ambos negocios suelen tener los mismos dueños que las nefastas redes de correo basura. Internet tiene abundantes “farmacias canadienses” falsas, que ofrecen medicamentos por unidades, que adjuntan píldoras de “viagra” gratuitas aunque pidas aspirinas y, sobre todo, que nunca piden receta.
Además, estas falsas farmacias piden directamente el número de tarjeta de crédito sin usar las pasarelas de pago habituales del comercio electrónico. En la mayoría de las ocasiones esto no supone peligro, dado que estas “farmacias” no desean atraer la atención sobre ellas por robo de datos bancarios o problemas con las transacciones.
Compra de sustancias con fines recreativos
El verdadero peligro está en los medicamentos que venden, que son falsificaciones del producto auténtico. Si en el Tercer Mundo el problema es la falta de medios para detectar las falsificaciones y los medicamentos de baja calidad, en países como España, el problema es que esas medicinas se adquieren para uso recreativo, en casos de adicción o para evitar pedir una receta médica. Según los datos que manejan algunas empresas farmacéuticas, en España se compran, sobre todo, remedios contra la disfunción eréctil (Viagra, Cialis), hormona del crecimiento humano y psicotrópicos como las benzodiacepinas y sus derivados.
Sin embargo, aunque el usuario pueda sentir que las medicinas que ha tomado tienen el mismo efecto, no es consciente de que muchas de ellas no tienen la dosis correcta de principio activo (la sustancia que hace que el medicamento surta el efecto deseado), de que están compuestas por un principio activo diferente (como medicinas contra la impotencia que, en realidad, llevan anfetaminas o “speed”) o que directamente, no llevan principio activo y sí elementos como cera para suelos, cemento, polvo de ladrillos, ácido bórico o metales pesados (altamente tóxicos, hasta en pequeñas dosis).
Siempre existen peligrosas diferencias con el original
Y aunque los laboratorios reconocen que hay casos en los que la falsificación es casi indistinguible químicamente del original, sigue habiendo problemas, como que las imitaciones se fabriquen en laboratorios insalubres y la elevada rotación de proveedores de las farmacias falsas. Esto hace que puedan cambiar de proveedor hasta seis veces en un mes, en busca de aquellos que le ofrezcan precios más baratos.
Uno de los casos más citados es el de Marcia Bergeron, una mujer canadiense que solía adquirir online medicinas para tratar su artritis, hasta que empezó a experimentar visión borrosa, mareos y caída del cabello. Una semana después de haber experimentado estos síntomas, Bergeron falleció y su autopsia reveló que había muerto de un lento envenenamiento por la ingestión de estroncio, uranio y plomo.
Colaboración público-privada
La Unión Europea lleva un tiempo persiguiendo estas prácticas, aunque está más preocupada por la otra vía de entrada de las falsificaciones, que es “colándose” en las vías de suministro legales y, por lo tanto, hasta en las farmacias tradicionales. Los propios laboratorios han creado una alianza europea dedicada a perseguir las falsificaciones y ofrece advertencias especiales contra las farmacias de Internet.
Pfizer, una de las empresas más afectadas, debido al enorme volumen de falsificaciones de Viagra, también realiza por su cuenta un ambicioso programa de acciones formativas y de colaboración con las autoridades para perseguir a los falsificadores.
Por su parte, la Agencia Española del Medicamento elabora periódicamente una “estrategia frente a medicamentos falsificados”, que involucra a empresas, fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado y comunidades autónomas para evitar la entrada de esos medicamentos en nuestro país, con un apartado informativo especial para reconocer y evitar las webs de farmacias ilegales.
Sin embargo, dado que estas farmacias suelen estar en los antiguos países soviéticos y los laboratorios en China, India o Pakistán, las autoridades europeas rara vez consiguen más allá de buenas palabras cuando pretenden capturar a las personas que se lucran con estas operaciones.