Según un informe de la ONU publicado en 2015, la población mundial actual es de 7.300 millones de personas. Se prevé que alcance los 9.700 millones en el año 2050 y los 11.200 millones en el año 2100 (prácticamente el doble de los 6.000 millones de personas que poblaban el planeta a comienzos del siglo XXI). Según un artículo del Institute for Population Studies de Berkeley, el crecimiento demográfico diario es de 220.000 personas.
El director de la Population Division en el Departamento de Asuntos Sociales y Económicos de la ONU, John Wilmoth, afirma que “la concentración del crecimiento poblacional en los países más pobres presenta sus propios desafíos, haciendo más difícil erradicar la pobreza y la igualdad, combatir el hambre y la malnutrición, así como expandir la educación y sistemas de salud, que son cruciales para el éxito de la nueva agenda de desarrollo sostenible”.
Causas del crecimiento demográfico
La mayor parte de este incremento de población se puede atribuir a una corta lista de países con un índice de fertilidad muy elevado, principalmente países de África y países que ya cuentan en la actualidad con una población muy elevada. Según el informe de la ONU, se espera que durante la primera mitad del siglo XXI la mitad del crecimiento demográfico mundial se concentre en nueve países: India, Nigeria, Pakistán, República Democrática del Congo, Etiopía, Tanzania, Estados Unidos, Indonesia y Uganda. Esta tendencia se debe, principalmente, según el informe de la ONU, a la explosión demográfica en África, al crecimiento en los países que ya superan los 1.000 millones de habitantes (India y China) y al aumento de la de esperanza de vida (de 26 años en el periodo 2000-2005 a 62 en el periodo 2010-2015) en los países menos desarrollados en los últimos años.
Efectos sobre el medio ambiente
Según el artículo del Institute for Population Studies el crecimiento demográfico excesivo viene acompañado de la sobreexplotación de los recursos naturales como madera (usada como combustible o como materia prima), combustibles fósiles, recursos minerales, el suelo o el agua, para abastecer de alimentos, infraestructuras y bienes de consumo al cada vez mayor número de personas que pueblan el planeta.
La tierra y el suelo son recursos finitos no renovables que continúan degradándose
Geertrui Louwagie, asesora en la Agencia Europea del Medio Ambiente, afirmaba en el boletín 2015/2 de la agencia que “la tierra y el suelo son recursos finitos no renovables que continúan degradándose, con lo que resulta afectada su capacidad de funcionamiento y de prestación de servicios. La agricultura, la producción de biomasa y de biocombustibles, el almacenamiento de carbono, la preservación de la biodiversidad del suelo, el filtrado del agua, el reciclado de nutrientes y el abastecimiento de materias primas se ven sometidos a una presión cada vez mayor”.
En el informe del Institute for Population Studies se afirma que la superpoblación y la sobreexplotación de los recursos naturales y la contaminación y residuos generados en la producción de bienes de consumo, son causa directa de graves problemas medioambientales: deterioro de los océanos, deterioro de la calidad del aire, deterioro de la capa de ozono (un 4% cada década), la pérdida de fertilidad del suelo, sequías (según Intermon Oxfam Internacional, casi 23 millones de personas en el este de África se enfrentan a hambrunas severas tras cinco años de escasas lluvias) y la destrucción del hábitat de especies animales o incluso la extinción de muchas de ellas.
Consecuencias para la población
La escasez de recursos naturales y sus consecuencias sobre el medio ambiente repercuten a su vez sobre la población generando problemas de salud: enfermedades, hambre, lesiones o muertes provocadas como consecuencia del deterioro medioambiental. Según un informe de la AEMA, “la mayoría de los habitantes de las ciudades europeas siguen expuestos a unos niveles de contaminantes atmosféricos que la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera peligrosos”. La escasez de recursos y la superpoblación generan también problemas sociales, políticos y, en ocasiones, militares por el control de los recursos, más valiosos cuanto más escasas son sus existencias. No es casualidad que una gran parte de los conflictos armados en la actualidad tenga lugar en zonas ricas en recursos naturales como Oriente Próximo (gas y petróleo) o África (petróleo, diamantes, oro o hierro).
La explosión demográfica, un problema global
Cristina Narbona, exministra de Medio Ambiente y miembro de la Global Occean Commission y de Economistas frente a la crisis
La explosión demográfica de los próximos decenios, como se indica en el reportaje, está muy concentrada en algunos países con problemas específicos de subdesarrollo o de instituciones muy débiles y, a su vez, se produce en medio del proceso de calentamiento global y de extinción de la biodiversidad. Con lo que todos los procesos interactúan entre sí: aumento de población, conflictos bélicos y pérdida de capacidades para atender las crisis. Ante esta situación, es más urgente que nunca establecer mecanismos de gobernanza global, con una agenda muy clara, la Agenda 2030, en la que se parte de un enfoque integral de los distintos desafíos, que afectan tanto como a países ricos como a países pobres.
Todo ese proceso de explosión demográfica y de pobreza y de conflictos está generando ya movimientos masivos de migración. La agenda internacional tiene que ser capaz de incorporar estos problemas, no como potestad exclusiva de países pobres, sino como desafíos que nos afectan absolutamente a todos. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) deberían ser la hoja de ruta a asumir de manera consciente y activa por los países y muy particularmente por los desarrollados. Estos son quienes dominan las herramientas para frenar el deterioro y generar riqueza en los países en vías en desarrollo. La responsabilidad queda, finalmente, muy concentrada en esta parte del planeta, la más rica y menos pobre.