Estas son algunas claves para intentar entender la gigantesca crisis que atraviesa la mayor potencia de América Latina:
1) Un mito investigado. La operación policial contra Lula, el pasado viernes 4 de marzo, fue la culminación de un proceso de desgaste desde que comenzó a ser investigado por supuestos favores de las grandes constructoras implicadas en el escándalo de Petrobras. Si hace cinco años dejó el Palacio de Planalto con una aprobación del 83%, ahora se ve obligado a limpiar su imagen al mismo tiempo que crece el rechazo hacia su figura por parte de algunos sectores de la población. Según dos sondeos recientes, entre el 49% y el 61% de los brasileños no lo votaría hoy “de ninguna manera”. Y pese a todo, el antiguo sindicalista y fundador del Partido de los Trabajadores (PT) ya ha advertido de que, “si es necesario” para defender su legado, volverá a ser candidato en 2018. Serían sus sextas elecciones.
La radicalización política se traslada a las calles y el clima amenaza con calentarse más todavía a raíz de la acción policial contra el ex presidente Lula da Silva
2) Una presidenta aislada. Pese a no tener el carisma ni la habilidad política de Lula, Dilma también llegó a alcanzar elevados índices de popularidad durante su primer mandato. A principios de 2013, el 65% de la población calificaba su gestión como “buena” o “muy buena”. Sin embargo, tras las manifestaciones de junio de ese mismo año la aprobación de Dilma se desplomó y nunca volvió a recuperarse hasta los niveles de sus mejores tiempos. Las últimas encuestas señalan que sólo el 11% valora positivamente su Gobierno, mientras que al 64% le parece “malo” o “pésimo” y el 25% restante lo considera sencillamente “regular”.
3) Un Gobierno fragmentado. La existencia de casi una treintena de partidos con representación parlamentaria convierte la tarea de gobernar Brasil en un juego de alianzas, influencias y negociaciones permanentes. Además del PT de Lula y Dilma, otras ocho siglas ocupan ministerios y se reparten cargos y jugosas enmiendas presupuestarias. La principal es el PMDB, una formación sin marcada ideología y actualmente dividida en torno a la conveniencia de seguir apoyando a la presidenta o saltar del barco para no contagiarse de su impopularidad. Mientras tanto, la vicepresidencia y siete de las 31 carteras continúan en sus manos.
4) Un Congreso rebelde. Además de los partidos que respaldan formalmente a Dilma –aunque no siempre voten de acuerdo con los intereses del Gobierno–, otras formaciones se sitúan en el lado contrario e intentan bloquear la agenda de la mandataria desde que fue reelegida en 2014. Para ello cuentan con la complacencia de Eduardo Cunha, presidente de la Cámara de los Diputados, miembro del ala opositora del PMDB y frecuentemente comparado con el maquiavélico Frank Underwood de House of Cards. Fue él quien autorizó en diciembre el inicio de la tramitación del impeachment contra Dilma, cuyo desenlace se prevé para los próximos meses. Sólo que Cunha, al igual que decenas de políticos, empresarios y lobistas, está siendo investigado por el esquema del petrolão y desde hace meses también se enfrenta a su propio proceso de destitución por mentir al Parlamento sobre sus cuentas secretas en Suiza.
5) Una sociedad polarizada. La radicalización política se traslada a las calles y el clima amenaza con calentarse más todavía a raíz de la acción policial contra el ex presidente, una figura que despierta admiración y odio en dosis similares. Para este domingo están organizadas manifestaciones pro-impeachment en las principales ciudades del país. Y desde el bando opuesto, los partidos, sindicatos y movimientos sociales de izquierda jalean a los suyos para defender el mandato de Dilma y la herencia de Lula. Analistas independientes alertan de posibles enfrentamientos con violencia e incluso de un cierto “riesgo de venezuelización”, siempre teniendo en cuenta las notables diferencias entre uno y otro país.
El Producto Interior Bruto cerró 2015 con una contracción del 3,8% –la mayor caída en un cuarto de siglo– ya prevén un hundimiento similar o incluso superior para 2016
6) Una economía arruinada. Y para terminar de complicar la crisis, o precisamente como resultado de todo lo anterior, el Producto Interior Bruto (PIB) cerró 2015 con una contracción del 3,8% -la mayor caída en un cuarto de siglo- y los economistas ya prevén un hundimiento similar o incluso superior para 2016. En cuanto se confirme, será la primera vez que Brasil pasa por dos años seguidos de recesión desde 1930-31. Con ese escenario tan negro, bancos privados vienen avisando de que la tasa de desempleo, ahora en torno al 9%, podría dispararse por encima del 13% en 2017. Nada de eso contribuirá a enfriar los ánimos en un país que hasta hace poco presumía de haberse convertido en la sexta economía mundial y ahora pelea para conservar, al menos, la novena posición.
Luis Tejero es autor de La construcción de una presidenta