Madrid no es cualquier cosa y, aunque sus cerca de 3,2 millones de habitantes han tenido que soportar casi de todo, no parecen dispuestos a aceptar la incompetencia, el trile o la gresca permanente a sus políticos. Aunque Ahora Madrid se sostiene a duras penas con el apoyo del PSOE al frente de la alcaldía, no es menos cierto que Manuela Carmena, su regidora, goza de respeto y prestigio entre la mayoría de ciudadanos, empresarios y profesionales. ¿Cómo es posible que a una experta jurista y jueza se le acabe complicando el asunto de un títeres de carnaval de trata inadecuada para niños?
Si Madrid aspira a convertirse en un referente de modernidad -tal vez en un nuevo marco constitucional del Estado- habrá se superar estas cuitas.
Los errores en la gestión de asuntos que se convierten en transcendentes por la presión de la oposición política y de los medios a su servicio no pueden trabar la resolución de los graves problemas que aquejan a la capital desde hace demasiado tiempo: accesos, movilidad, limpieza, prestigio internacional…
Para evitarlo, Carmena requiere un equipo gestor, profesional, con experiencia política y municipal; fieles a un proyecto común y preparados.