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18 de febrero de 2017

San Junípero

En la tercera temporada de la serie inglesa `Black Mirror´ destaca el capítulo titulado San Junípero. Las cuestiones que plantea sobre los mundos virtuales animan a la reflexión y a la conversación después de ser espectadores de la historia que nos cuenta.  

Antonio Rodríguez de las Heras

Catedrático de la Universidad Carlos III de Madrid y director del Instituto de Cultura y Tecnología

@ARdelasH
www.ardelash.es
 
El mundo digital, por ser virtual, hace de espejo
El mundo digital, por ser virtual, hace de espejo
Pixabay

Dos mujeres se encuentran y se enamoran en un mundo virtual que la tecnología ha creado. Son dos mujeres desahuciadas de la cura de los males que padecen. El paliativo consiste en ingresar como en un sueño, una vez a la semana, y por cinco horas, en un mundo virtual que tiene como escenario un pueblo costero llamado San Junípero. Pasado ese tiempo, vuelven a la realidad de la tetraplejia y de la metástasis. Conocida en sucesivas visitas la experiencia de ese mundo virtual, tienen entonces la opción personal de quedarse definitivamente en ese mundo y no volver o asumir el desvanecimiento de la consciencia tras la muerte.

El conflicto surge en una de estas dos mujeres ya que se encuentra ante el dilema de que su hija y su marido están enterrados y con una lápida como única resistencia al olvido de la muerte. La hija no tuvo la opción que ahora la tecnología podía ofrecer y el esposo rechazó esta forma de supervivencia de la consciencia. Así que se plantea si es aceptable abandonarlos por una vida en compañía de otra persona en ese mundo virtual.

Al margen del hilo dramático de la historia, hay una serie de conceptos interesantes sobre la virtualidad a los que creo que merece la pena prestar atención.

Una realidad virtual

Lo que ahora nosotros llamamos realidad virtual requiere un artefacto que se interpone entre el mundo físico y nuestro cerebro; interfiere, por tanto, las sensaciones que puedan llegar del entorno y transmite a nuestro cerebro otras que no corresponden con las que enviarían los sentidos en su interacción con el exterior. Así que tenemos otra percepción del mundo que nos rodea, otro escenario construido por el cerebro a partir de las sensaciones falsificadas. Esta escafandra puede conseguir más o menos inmersión en un mundo virtual según los sentidos que envuelva: vista, oído, tacto…

 
 
 
 
La memoria es un mundo virtual que nos acompaña durante nuestra existencia

La posibilidad de interferencia que se muestra en la historia de San Junípero es aquella que mandara las impresiones directamente al cerebro sin necesidad de que llegaran por los canales de los sentidos. Una experiencia semejante a un sueño con emociones muy vívidas, a una envolvente alucinación.

Para que la inmersión en ese mundo nuevo consiga vivirse como una realidad es clave que tenga el requisito que reclama el personaje de la novela de Albert Camus, El extranjero, cuando, condenado a muerte, un sacerdote le asiste en sus últimas  horas y le habla de la existencia del más allá (otro mundo virtual). Ante la pregunta del sacerdote sobre cómo imagina esa vida en el más allá, el desahuciado le contesta: “Una vida en que pudiera acordarme de esta”.

En efecto, para que San Junípero no sea un limbo es obligado que sus habitantes mantengan su memoria. Y eso supone el recuerdo de su existencia en el anterior escenario al que, por su decisión, no volverán. Esa vida pasada se ha hecho ya memoria, y, por tanto, virtual. Porque la memoria es un mundo virtual que nos acompaña durante nuestra existencia.

Al otro lado del espejo

La memoria tiene la virtualidad de la imagen de un espejo: cuando lo miramos, es decir, cuando recordamos una vivencia nos vemos también a nosotros en la escena, junto a los demás objetos y personas del escenario. Hay un desdoblamiento especular que permite nuestra propia observación y reconocimiento. Nos vemos de niños correteando por el lugar en el que algo sucedió, o en cualquier otro momento de nuestra vida y anteriores situaciones. En cambio, en el escenario que llamamos realidad, el mundo está frente a nosotros, algo externo con lo que nos interrelacionamos (nosotros procuramos alcanzarlo y, a la vez, sentimos que nos afecta).

 
 
 
 
Cuando estamos delante de una pantalla, en la Red, sentimos que al otro lado está una imagen nuestra, cada vez más nítida, más reconocible

Igual fenómeno de especularidad aparece cuando prevemos. Imaginamos un escenario posible (virtual), inmediato o lejano (o incluso en el más allá), pero no como si nos asomáramos a una ventana y contempláramos un paisaje ajeno a nosotros, sino a nosotros en ese paisaje.

Y si lo virtual está al otro lado del espejo que contemplamos… lo real está entonces de este lado. La virtualidad, por tanto, imprescindible para sentir la realidad, y no solo la de San Junípero.

También, como he comentado en anteriores artículos, el mundo digital, por ser virtual, hace de espejo. Así que cuando estamos delante de una pantalla, en la Red, sentimos que al otro lado está una imagen nuestra, cada vez más nítida, más reconocible. Y ese desdoblamiento está produciendo actualmente a las personas la misma perturbación que en otros tiempos provocó desdoblarse y reconocerse en el espejo o en la imagen fotográfica.

Algunas personas que han estado entre la vida y la muerte declaran que experimentaron este desdoblamiento y pudieron verse formando parte de esa escena terminal. El cerebro en ese estado límite genera, parece ser, también este efecto especular.

Y es que la realidad podría ser un salón de espejos vacío.

 

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