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30 de octubre de 2015
Crónica bez. Cool

Ana Santos Paraíso

¿Periodista o policía? Dotada de una insaciable curiosidad, periodista especializada en tendencias.
@asantosparaiso
Ana Santos  Paraíso

Poliamor o el fin de la monogamia

Ana Santos Paraíso @asantosparaiso anasantosparaiso@gmail.com

#Sociedad
 

Una empresaria, una dentista y una administrativa, de entre 32 y 34 años, acaban de formalizar su relación sentimental en una notaría de Río de Janeiro. No es el comienzo de un chiste ni se trata de la intrigante escena que pone fin a la temporada de una telenovela a la que son tan aficionados los brasileños. Es real como la vida misma y el segundo caso del país que pone en aprietos a los legisladores. “El pilar que sustenta cualquier relación familiar es el afecto. Y estas tres mujeres tienen todo para formar una familia: amor, una relación duradera, intención de tener hijos… Además, en el derecho privado, lo que no está prohibido está permitido”, argumenta la notaria que ofició la ceremonia. No opinan lo mismo sus colegas brasileños, ni tampoco los españoles, que afirman que una pareja, sea del sexo que sea, es precisamente eso, una pareja.

¿Es tan descabellado pensar que en el futuro una pareja la forme un trío?

Pero al margen de su (más que probable) ilegalidad, sin duda el debate está abierto. Porque si hasta hace poco hablar de un matrimonio compuesto por dos hombres o dos mujeres era poco menos que anatema, ¿es tan descabellado pensar que en el futuro lo forme un trío? La ley va siempre por detrás de la sociedad, y hoy en día hablar de nuevas familias para referirse exclusivamente a madres solteras, parejas gays con hijos o uniones de divorciados que aportan tropecientos vástagos de relaciones anteriores, no es suficiente. En un mundo donde la infidelidad es más común de lo que parece –acordémonos de los 42 millones de usuarios de Ashley Madison, un millón de ellos españoles, que no es poco– las relaciones tradicionales están más cuestionadas que nunca. Y los defensores del poliamor reclaman su espacio. Literalmente, es amor entre muchos pero, ¿de que estamos hablando? En Poliamor Madrid, “un colectivo dedicado a difundir el poliamor como modelo de relación afectiva y apoyar a cualquier persona que desee tener relaciones no monógamas” lo definen como “amar a varias personas a la vez de forma consensuada, consciente y ética”. No se trata de orgías, intercambios de pareja, ni siquiera infidelidades o amantes, pero son válidas todas las combinaciones imaginables. Hablamos de sexo, sí, pero también de sentimientos. De momento son pocos, pero ya no se esconden.

Cambios en el manual de usuario

No se trata de orgías, intercambios de pareja, ni siquiera infidelidades o amantes, pero son válidas todas las combinaciones

Las reglas del juego amoroso han cambiado y la tecnología se ha beneficiado de ello. ¿O es al revés? Tras el éxito de portales para encontrar pareja tipo Meetic o eDarling, con Grindr, una aplicación que permite saber qué otros gays están en la misma zona del usuario, se fue un paso más allá: el objetivo era ligar. Los heterosexuales se subieron pronto al carro y surgieron otras como Tinder, AdoptaUnTio o Badoo. Y no todos los que recurren a sus servicios son singles. Según la consultora de consumo digital GlobalWebIndex, un 42% de los usuarios de Tinder tienen algún tipo de compromiso sentimental. Porque lo que subyace tras este panorama, más allá de la fidelidad en sí misma, es un debate que reclaman los detractores del “sí quiero” para toda la vida: ¿qué sentido tiene ser monógamo?, ¿es eso lo natural?, ¿nos pone en el camino de la insatisfacción? En el último Congreso Español de Sexología, su presidenta Miren Larrazábal, afirmaba: “Es importante alejarse de la idea de que monogamia y fidelidad son sinónimos. Se trata de buscar alternativas a esa pareja-fusión donde, dentro del respeto y la libertad, se abre un mundo de nuevas perspectivas sexuales". Parafraseando al escritor Noel Clarasó, "las parejas no se separan porque discuten, sino porque bostezan”. Esto no es nuevo, pero sí que se hable abiertamente de ello. Tal vez porque vivimos la sexualidad de una forma más abierta, porque nos hemos dado cuenta de que la vida es demasiado larga como para tener un solo compañero de cama o porque la revolución digital nos lo pone muy fácil. Pero la caja de los truenos ya está abierta.

El pasado 17 de octubre empezó a comercializarse en Estados Unidos Addyi, la (mal) llamada viagra femenina, que trata de elevar la libido de las mujeres al incidir sobre el sistema nervioso central. La polémica sobre su aprobación, centrada fundamentalmente en su cuestionable efectividad y sus considerables efectos secundarios, aunque tampoco han faltado argumentos feministas a favor y en contra, también ha puesto el foco en la monogamia. El escritor norteamericano Daniel Bergner, autor del libro ¿Qué quieren las mujeres? (Destino), polémico por echar por tierra la teoría de que las mujeres tienen una mayor predisposición genética que los hombres a ser monógamas, lo tiene claro: “El culpable del bajo deseo sexual en la mujer es la monogamia”. ¿Un fármaco es la solución? Está por ver.

 
 

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