Primer día en el instituto público madrileño de Santo Domingo: el profesor de Cultura Clásica se presenta a los alumnos y les pregunta por qué han elegido la materia.
- “¿Para qué creéis que sirve? Absolutamente para nada”.
Otro maestro les comenta a los chicos en un instituto público de Algete que él no sabe nada de Cultura Clásica, la asignatura que va a impartir. “Nada, no sé nada. Yo soy profesor de Historia y sobre eso os hablaré. Si no os interesa, no tengo problema en que salgáis”. De manera que pagamos a algunos docentes para que disuadan de la tentación de aprender a los alumnos. A los mismos chicos a los que no les pedimos una alta nota de corte para las becas, pues si exigimos esfuerzo podrían hacer cualquier locura. Incluso estudiar.
Llevo unos días preguntando más arriba, en la Universidad. Un profesor de Medicina de Madrid me comenta que está enseñando una técnica médica que es correcta… pero que hace treinta años que no se utiliza en los hospitales. Una realidad que solo permanece viva en las aulas, no en el resto del mundo. Un catedrático de Ingeniería me confiesa que, si muchos alumnos de antes no sabían calcular la resistencia de una soldadura, los de ahora ignoran incluso que sea necesario calcularla. Un profesor de Turismo me dice que su centro no enseña ninguno de los dos grandes sistemas de reserva de plazas en agencia.
Nos vendría bien una estadística que nos revelase cuántos catedráticos son hijos del catedrático anterior
Mejor no hablar sobre cuánto ha podido caer la enseñanza de Periodismo, porque puede que ni lo haya hecho. Siempre tuvo mala salud y sus enseñanzas están tan lejos de la práctica como las de antes. En los años ochenta, solamente cuatro de mis veintinueve profesores de Periodismo habían pisado alguna vez una redacción. Hablaban sobre muchas variantes de asignaturas evanescentes que terminaban con la coletilla “de la comunicación”, pero ni sabíamos para qué servían en la práctica ni enseñaban a construir una sola frase correcta. Los que nos daban clase eran meros teóricos que trabajaban sobre el material que ellos mismos habían redactado… para vivir de él sin haber ejercido el periodismo.
Me resulta durísimo confesarle a los extranjeros procedentes de países con buenos sistemas educactivos que a nosotros solamente nos interesa el deporte
Dejemos de pensar que da igual un profesor que otro. Los docentes son importantísimos, porque tienen en sus manos el tesoro de nuestro futuro. Por otra parte, nos vendría bien una estadística que nos revelase cuántos catedráticos son hijos del catedrático anterior. Un conocido ha dejado de optar a una cátedra en una de las ingenierías que se imparten en Madrid porque se ha dado cuenta de que no podía competir con los aspirantes consanguíneos, los vástagos del titular. José Ortega y Gasset sostenía que nuestras cátedras no estaban estructuradas para la investigación y desarrollo de las materias, sino para que el titular pudiera lucirse y blindarse en su puesto. Ha pasado casi un siglo y todo sigue igual: continuamos aplicando esquemas que hacen prevalecer la antigüedad sobre la brillantez como currículo para dar clase.
Escucho la opinión de las personas que todavía siguen interesadas en la educación en España: los extranjeros procedentes de países con buenos sistemas educativos. Dos amigas rusas, una polaca de Cracovia y una cubana me preguntan estupefactas si es que a los españoles no nos interesa saber nada. Contesto que lo ignoro porque me resulta durísimo confesarles que a nosotros solamente nos interesa el deporte.
Nepotismo
La Universidad nos preparaba para trabajar, o eso creíamos. Pero la mayoría de los licenciados que llega al mercado no sabe nada sobre su profesión. Y tenemos un segundo problema: los estudios pretenden dar acceso a un mercado laboral que realmente no busca la eficacia. De hecho, no selecciona el personal de acuerdo con los principios de mérito y capacidad, sino mediante libre designación de trabajadores. Cuando necesitamos un empleado no convocamos un concurso, sino que llamamos a un amigo o a un cuñado. Un día elegido al azar compruebo que la industria de televisión ofrece trescientos treinta empleos a través de Internet en Gran Bretaña, cincuenta y seis en Francia y… uno en España. Si ya hemos decidido darle el curro a un familiar, para qué vamos a publicitar en la Red ofertas de trabajo.
Cuando necesitamos un empleado no convocamos un concurso, sino que llamamos a un amigo o a un cuñado
Cuando somos nosotros los que nos quedamos sin empleo, también telefoneamos a nuestros contactos personales en busca de socorro. Así que generalmente trabajamos rodeados por gente muy querida, pero no por las personas más idóneas. La base viciada de todo este proceso sistemático de contratación impide que lleguen más arriba las personas más brillantes, que siempre despiertan las suspicacias de las otras. El nepotismo es nuestra tradición. Como todo sistema discrecional de elección, favorece la adulación y nos convierte en un país de cortesanos.