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08 de marzo de 2016

La brecha salarial

El salario de las mujeres es más bajo que el de los hombres. Es una información que aparece con frecuencia en los medios. El dato es confuso y tiene dos lecturas.  

Victoria Camps

Filósofa, catedrática emérita de la UAB.

 
#Género
#Empleo
 
Investigadora trabajando en un laboratorio
Investigadora trabajando en un laboratorio
EP

La más fácil es la que interpreta que una mujer y un hombre que ocupan el mismo puesto de trabajo perciben salarios distintos, siempre más bajo el de la mujer. Puede que eso ocurra ocasionalmente, pero me gustaría conocer estudios que lo verificaran pues son unos datos que no veo confirmados en el entorno en que me muevo. Otra lectura es que las mujeres trabajan menos horas que los hombres lo que, obviamente, repercute en que acaban cobrando también menos. Por qué trabajan menos horas es fácil de explicar: soportan la carga más fuerte de la organización doméstica y el cuidado de hijos o padres ancianos, por lo que la desocupación y la precariedad laboral se ceban más en ellas ya que están menos disponibles. Conozco más de un caso, cercano y actual, de despido de una mujer por quedarse embarazada. Hablo de trabajos precarios, esos contratos de pocos meses, que dan pábulo a todo tipo de irregularidades y que son cada vez más abundantes.

Hay que feminizar las relaciones laborales, cuantitativa y cualitativamente. Más mujeres en los puestos decisivos y unas relaciones laborales adaptadas a otras obligaciones. Todos los partidos políticos han llevado en sus programas electorales medidas para la conciliación del trabajo laboral y doméstico. El reciente pacto PSOE-Ciudadanos también incluía esta cuestión. En todos los casos, las propuestas consisten en la ampliación del permiso de maternidad y su extensión a los padres. Algunos incluso proponen que el padre cumpla el permiso que le corresponde obligatoriamente. Una salvedad que no creo que contribuya mucho a modificar los hábitos familiares.

 
 
 
 
Hay que feminizar las relaciones laborales, cuantitativa y cualitativamente

Dejando a un lado la cuestión de la lactancia que, hoy por hoy, es tarea femenina, el tipo de trabajo de hombres y mujeres es el que debiera determinar si él o ella tienen más disponibilidad para los cuidados domésticos. Y no es discutible que la conciliación con el trabajo fuera de casa tiene que contar por un período de baja maternal más largo. El problema es que esa reforma es insuficiente. El cuidado que demandan los niños pequeños va bastante más allá de los primeros meses o el primer año de vida. Sólo las mujeres que perciben un sueldo suficiente para delegar ese cuidado pueden permitirse el lujo de ser madres sin que ello repercuta en su carrera profesional. El resto tiene que hacer milagros o confiar en los abuelos si están disponibles.

Conciliación laboral

Que los programas políticos sean escuetos y simplistas en esta cuestión que, además, siempre acaba posponiéndose a la hora de hacerlos efectivos, significa que no es vista como un problema serio que afecta no sólo a las mujeres, a la natalidad y al cuidado de los dependientes, sino al futuro del trabajo. Además de homologar los permisos de maternidad a los que existen en países más avanzados en protección social que el nuestro, las ayudas a las familias en el cuidado de niños y ancianos son muy escasas. En el terreno laboral, la demanda de más trabajo a tiempo parcial, horarios negociables y compatibles con las obligaciones familiares son demandas siempre descartadas.

 
 
 
 
¿Qué intereses impiden que la distribución del tiempo se pueda acomodar a las necesidades vitales de cada uno?

¿Cuánto tiempo llevamos discutiendo que habría que conseguir horarios laborales más racionales? ¿Qué intereses impiden que la distribución del tiempo se pueda acomodar a las necesidades vitales de cada uno? Es una cuestión no sólo de prioridades, sino de cambio de paradigma. O seguimos dándole más valor al trabajo productivo y lo mantenemos como el objetivo vital básico, o entendemos que el trabajo destinado a la reproducción y al cuidado de los más vulnerables tiene tanta importancia, personal y social, como la producción.

Tener que escoger entre la producción o la reproducción -no poder combinar ambas obligaciones- es un déficit derivado de una jerarquía de valores inapropiada para muchos de los cambios que pensamos que habría que introducir en un sistema donde la competición por el poder adquisitivo va siempre en cabeza. Hay que derribar muchos prejuicios que impiden encontrar vías de solución.

La feminista, Anne Marie Slaughter, ex consejera de Hilary Clinton cuando fue Secretaria de Estado, ha escrito sobre esta cuestión en Unfinished business. Habla de las medias verdades que nos han llevado a repartir tareas y a trabajar de una forma insana e insatisfactoria. Y de la necesidad de evolucionar hacia formas de vida donde el cuidado de los otros sea tan importante como el trabajo productivo y remunerado. Hay que leer ese libro. 

 

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