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01 de julio de 2017

La herencia de Toxo, los retos de Unai Sordo

Ignacio Muro @imuroben ignacio.muro@bez.es

#Sindicatos
#Empleo
 
Unai Sordo, secretario general de CC.OO
Unai Sordo, secretario general de CC.OO
CC.OO / Flickr

La marcha de Toxo de la Secretaría General de CC.OO y la elección de Unai Sordo como sustituto, vuelve a poner el foco sobre el papel de los sindicatos ante los retos sociales y tecnológicos actuales. Las formas empleadas hasta ahora constituyen una lección democrática, abriendo la puerta a una retirada sin ruido que debe superar el contraste con otros candidatos.

En el balance de los ocho años de la ejecutiva saliente presidida por Toxo se suelen destacar la capacidad de pacificar las tensiones evidenciadas en el IX Congreso. De una situación marcada por diferencias básicas sobre el modelo sindical se ha pasado a un nuevo consenso interno en torno a los puntos que conforman el documento Repensar el Sindicato, sobre el que pilota el XI Congreso. Ahí se condensan las dudas y posiciones sobre cómo replantear las relaciones con jóvenes, mujeres, cuadros y profesionales, autónomos y pensionistas, los seis colectivos en los que se concretan las principales preocupaciones sindicales.

 
 
 
 
Unai Sordo es el candidato a dirigir CC.OO tras la salida de Toxo

El retorno a la empresa como primera instancia sindical, el impulso al "sindicalismo de proximidad” como solución a la multifragmentación del tejido productivo que provoca las externalización de operaciones, la recuperación de la negociación colectiva y la concertación social usurpadas por el neoliberalismo o la participación de los trabajadores en la empresa, más a través de Comités de Vigilancia que en una participación directa en la gestión, la importancia concedida a la formación de los cuadros sindicales, son algunas de las identidades que orientan el futuro de CC.OO.

Son también el punto de partida que hereda Unai Sordo, las cuestiones sobre las que tendrá que cimentar una renovación definitiva de la tarea sindical. Los sindicatos no son solo organizaciones de resistencia del trabajador ante la desigualdad de relaciones con el capital, son sobre todo organizaciones especializadas en observar el mundo desde los ojos del trabajo, un intelectual colectivo cuyo objeto es anticiparse a los cambios de la economía para ayudar a construir una identidad común a largo plazo de las grandes mayorías sociales, las que dependen de su energía, habilidades y conocimientos para sobrevivir y desarrollarse.

Una realidad compleja, unos retos inmensos

Todo surge de una paradoja evidente: el trabajo está cada vez más precarizado y explotado y, sin embargo, su dispersión le dificulta constituirse como una fuerza social cohesionada y con peso político. Se necesita, por tanto, renovar la forma sindical y alumbrar el futuro con luces largas  para trabajar una nueva identidad sociopolítica al mundo del trabajo. Hay que saber utilizar cada conflicto para articular un frente de intereses cada vez más amplio, integrando propuestas de resistencia, confrontación o colaboración en un mismo discurso que explique y responda al futuro.

 
 
 
 
El trabajo está cada vez más precarizado y explotado y, sin embargo, su dispersión le dificulta constituirse como una fuerza social cohesionada y con peso político

La realidad se muestra tozuda. La frontera entre el trabajo y el no-trabajo se diluye en el espacio y el tiempo pero a costa de hacer ubicua la explotación humana. Las empresas ganan en poder pero reducen su perímetro. La creación de riqueza se convierte en un todo integrado a nivel global pero los procesos se fragmentan y las conexiones físicas desaparecen. La complejidad y globalidad de los procesos productivos y tecnológicos diluye la solidaridad primaria tradicional pero las formas de trabajo y explotación simples prosperan. Las tecnologías permiten trabajar en red pero la penosidad y el riesgo laboral se sufren en solitario. El trabajo intelectual gana parcelas al manual pero los profesionales más cualificados son arrastrados el desempleo y la precariedad. Aumenta la productividad del trabajo pero en mayor medida la apropiación por el capital del valor creado. La economía impulsa la colaboración horizontal pero se acentúa la concentración vertical de poder en los primeros ejecutivos y la exclusión de los trabajadores en la gestión de las empresas.

Vislumbrando un nuevo Contrato Social

Aunque el panorama tiene rasgos sombríos, las condiciones para una mejora sustancial del desarrollo humano y un nuevo Contrato Social están dadas. El acelerado cambio tecnológico permite no solo imaginar un futuro sino construir un presente en el que el empleo no sea un bien escaso, en el que jornadas reducidas permitan generar tiempo libre para el desarrollo propio y el de la familia, en el que el trabajo pase a ser visto como la actividad colectiva de ciudadanos libres organizados para producir bienes y servicios, en el que la creación de riqueza se asocie al impulso de relaciones colaborativas y a la superación de la servidumbre del mercado.

 
 
 
 
No es cierto que la tecnología conduce al fin del trabajo sino a la liberación de su condición como espacio encorsetado de explotación

Conectar trabajo y ciudadanía exige iniciar un nuevo camino de esperanza pero también precisar los pasos que hoy nos hacen avanzar hacia la democracia económica. Dejemos de hablar de ella en abstracto y trabajemos qué significa esa idea en el mundo actual, rescatar lo esencial de otras experiencias del pasado (cogestión alemana, autogestión, fondos de asalariados suecos...), analizar las nuevas experiencias cooperativas del tercer sector, observar los modos de producción en los entornos de las actuales industrias creativas... Y dotarlas de un cuerpo doctrinal, de un catalogo de buenas-nuevas prácticas factibles en un entorno tecnológico que facilita la colaboración global.

No es cierto que haya que trabajar más, hay que trabajar menos aunque distribuyendo el ocio, la formación y el tiempo de trabajo de otra forma. No es cierto que haya que trabajar en peores condiciones, sin redes sociales, sino con una provisión de nuevos bienes públicos que cubran de los avatares de la vida, garanticen la subsistencia y ofrezcan oportunidades de mejora.

No es cierto que la tecnología conduce al fin del trabajo sino a la liberación de su condición como espacio encorsetado de explotación. Optar entre un camino de servidumbres o de libertad, entre asumirse como ciudadanos que toman las riendas de su futuro o como individuos pillados en eternas relaciones de servidumbre, entre ciudadanos libres o siervos precarios son las alternativas que rodean al mundo del trabajo.

 

Este análisis se publicó por primera vez el pasado 14 de marzo de 2017 

 

 

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