Existe un equilibrio de poder entre las dos superpotencias: Irán tiene una población de 81 millones, mientras que Arabia Saudita sólo tiene 27 pero Riad tiene un PIB anual de 746 mil millones de dólares, mientras que el de Teherán es de 416 mil millones. En el aspecto militar, el ejército iraní cuenta con 554.000 unidades mientras que el de Arabia Saudi cuenta con 233.000 unidades, aunque estos tienen acceso a un arsenal envidiado incluso por Washington.
Riad tiene un PIB anual de 746 mil millones de dólares, mientras que el de Irán es de 416 mil millones
La incertidumbre con respecto a la política exterior de Estados Unidos en la región ha contribuido en gran medida a la intensificación de la crisis entre estos dos gigantes. Washington parece querer aliarse con ambos olvidando lo que sucedió en 1978. A raíz de la victoria Khomenista, los Estados Unidos reforzaron su relación con Arabia Saudí para contener el fenómeno de Irán. A Saddam Hussein lo usaron para el mismo propósito. Aterrorizados por la República de Irán, donde incluso las mujeres votan, también potencias sunitas de la región cerraron filas en torno al eje Washington–Bagdad–Riad.
El equilibrio creado por esta alianza comenzó a resquebrajarse con la invasión estadounidense de Irak y el derrocamiento de Saddam Hussein. Para muchos este ha sido un mal movimiento que ha dado la oportunidad a Teherán de influir en Irak. De hecho, esta nación ya es conducida por un gobierno chiíta. Otro elemento fundamental fue la decisión de Washington de abandonar al presidente egipcio Hosni Mubarak, a raíz de la Primavera Árabe. Estas acciones han afectado en gran medida a los saudíes y han cimentado la idea de que los estadounidenses son un aliado poco fiable. Por último, el acuerdo nuclear con Irán y la posibilidad de un acercamiento entre Washington y Teherán ha hecho dudar a Arabia Saudí de su relación con Washington . De ahí la decisión de los saudíes de obrar por su cuenta, tratando de tejer una telaraña de guerras de poder en la región para estrangular a Teherán.
Enemigos íntimos
Sobre la base de estos antecedentes resulta claro por qué no sólo los saudíes ven a Irán como una amenaza creciente en la región debido a su compromiso con el fomento de las poblaciones chiítas en los estados del Golfo y en todo el mundo (y a su afán de exportar su marca del Islam) sino que también temen su avance en la Península Arábiga (en países como Yemen) ahora que la alianza entre los líderes sunitas de la región y Washington se ha roto definitivamente. Paradójicamente, al igual que la derecha israelí, ahora los saudíes atribuyen todos los problemas de la región a Teherán.
Para los iraníes, los saudíes oprimen a la población chiita tanto en su territorio como en otras partes del Medio Oriente. Un ejemplo claro es Siria, donde Arabia Saudí influye a grupos armados sunitas para derrocar al gobierno chiíta de su aliado, el presidente Bashar al Assad. Todo mientras sigue negando la legitimidad del Estado iraní. En el plano económico, la negativa de Arabia Saudí de reducir la producción de petróleo mantiene bajos los precios en un momento en el que Irán se está incorporando de nuevo al mercado mundial. Esta es una de las principales fuentes de tensión en las relaciones entre las dos naciones.
La importancia del petróleo
El arma que representa el petróleo no debe ser subestimada. Las dos naciones están involucradas en más de una guerra de poder en la región, peleando por tener control sobre los enormes recursos petroleros a su disposición. Ni Irán ni Arabia Saudita ,de hecho, han sido capaces de diversificar su economía; su principal fuente de ingresos sigue siendo el petróleo. Por tanto, ninguna de las dos sale ganando por la caída de los precios del petróleo, pero está claro que Riad y sus aliados del Golfo están convencidos de que el daño a largo plazo será mayor para Irán que para Arabia Saudí por una simple razón: Irán se mantuvo fuera del mercado mundial durante demasiado tiempo.
Ni Irán ni Arabia Saudita ,de hecho, han sido capaces de diversificar su economía; su principal fuente de ingresos sigue siendo el petróleo
Es en este contexto entra la decisión de cotizar en la bolsa de valores de la Saudi Aramco, el mayor productor de petróleo del mundo, con una producción de 10 millones de barriles por día. Podría convertirse en la primera empresa con valor de más de un billón de dólares. Arabia Saudí posee el 16 % de las reservas mundiales de petróleo, más de 260 mil millones de barriles, unas diez veces más de los de ExxonMobil, la mayor petrolera que cotiza en el mundo. En relación al valor de mercado de Exxon, que asciende a 317 mil millones de dólares, la privatización de Aramco podría valer hasta 3.000 millones de dólares.
En conclusión, con la privatización de Aramco y la venta de acciones en el mercado mundial, Riad no sólo sería capaz de financiar su política contra Irán y anti-chií, sino también sería capaz de unir su destino con las finanzas globales, un aliado muy potente y muy inteligente de Washington. Si este análisis es correcto, no sólo seguirá bajando el precio del petróleo, la situación en Medio Oriente seguirá siendo conflictiva.